Final Days of Georgian Nomads

Final Days of Georgian Nomads

En las montañas de Adjara, al suroeste de Georgia, la vida parece resistirse al paso del tiempo. Familias enteras mantienen un modo de vida nómada heredado por generaciones, pese al aislamiento, la falta de infraestructura y la crisis económica que ha marcado la región. En su serie Final Days of Georgian Nomads, la fotógrafa Natela Grigalashvili documenta este estilo de vida que poco a poco se desvanece.

 

 


 

 

Una región en el olvido

Adjara es una de las zonas más distintivas de Georgia, conocida por sus montañas agrestes y tradiciones ancestrales. Sin embargo, la distancia con los centros urbanos y las difíciles condiciones de vida han mantenido a sus habitantes en un aislamiento casi perpetuo. Durante décadas, muchas aldeas carecieron de educación adecuada, atención médica básica y servicios esenciales como electricidad estable o carreteras transitables.

 

 

 

 

Los inviernos, largos y severos, dejaban a comunidades enteras incomunicadas. Frente a esta realidad, numerosos habitantes se vieron obligados a emigrar a otras regiones del país o a Turquía, convirtiéndose en migrantes ecológicos. Como consecuencia, muchas aldeas quedaron vacías y con ellas comenzó a desvanecerse un legado cultural único.

 

 

 

 

La vida en las montañas

En Ghorjomi, donde se distribuyen 18 pequeñas aldeas, la vida gira en torno al ganado. Los hombres trabajan de forma temporal en Turquía para sostener a sus familias, mientras mujeres y niños mantienen las labores cotidianas. Con la llegada del verano, los pastores suben con sus rebaños a los prados de altura y permanecen allí hasta el otoño, en un ciclo de nomadismo estacional que define la identidad de la región.

 

 

 

 

Las condiciones son duras: Escuelas primarias apenas operan en algunas aldeas, los caminos están deteriorados y la infraestructura es mínima. Sin embargo, la vida comunitaria se sostiene, en parte, por la fe musulmana que une a las familias en torno a pequeñas mezquitas dispersas en las aldeas principales.

 

 

 

 

Tradiciones en riesgo

La migración de las nuevas generaciones amenazan con borrar prácticas y saberes transmitidos por siglos. La cultura adjariana, con su particular relación con la naturaleza y el nomadismo, se encuentra en un punto crítico.

 

 

 

 

Es precisamente aquí donde se sitúa la obra de Natela Grigalashvili. Su cámara registra lo cotidiano: Familias moviendo su ganado, interiores austeros, rituales de la vida doméstica y la resiliencia de quienes han decidido permanecer.

 

 

 

 

La mirada de Natela Grigalashvili

Con una aproximación íntima y respetuosa, Grigalashvili convierte la fotografía documental en un acto de memoria. Final Days of Georgian Nomads no solo documenta un estilo de vida, también subraya la dignidad de las comunidades que resisten.

 

 

 

 

El proyecto refleja la tensión entre tradición y modernidad, entre el arraigo y la necesidad de migrar. Es, en última instancia, un recordatorio de cómo las transformaciones sociales y económicas pueden diluir culturas enteras, a menos que sean preservadas en la memoria colectiva.

 

 

 

 

Una herencia

La serie de Grigalashvili funciona como un archivo visual contra el olvido. Cada imagen es un testimonio del esfuerzo por mantener vivas costumbres que han sobrevivido al tiempo, pero que hoy se encuentran amenazadas por el abandono y la despoblación.

 

 

 

 

Final Days of Georgian Nomads es más que un documental: Es un retrato de la vulnerabilidad y la fuerza, de la pérdida y la resistencia. Un recordatorio de que, aunque las montañas permanezcan, las tradiciones que las habitan necesitan ser contadas para no desaparecer.

 

 

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